PRESENCIA CALDENSE

Estamos hechos del mismo tejido de nuestros sueños

Shakespeare

Alumno vigoroso

Alumno vigoroso
¿Reconoce usted a este joven entre los alumnos de once de la tarde?

jueves, 14 de febrero de 2008

APRENDIENDO A DESAPRENDER


¿TIENE USTED UN GALLO?

Lo que uno no conoce, no lo ve. Así de sencillo es el conocimiento. El problema es, cuando nos resistimos a pensar, creemos que hemos escanciado todo el conocimiento y no admitimos la mar de nuestra ignorancia.

La vida es una constante lucha. Pero no la lucha que en la cotidianeidad genera una gran cantidad de bostezos, nostalgias y sinsabores. ¡No!. Es luchar por mantener el cerebro despierto. Es combatir la ignorancia y dejar de pensar que somos un producto acabado.
Mucho me temo que hemos legado un mundo difícil. Que no hemos tenido el valor de enfrentar nuestros errores y mucho menos confrontar nuestros presentes. No nos asiste la grandeza de tratar de reparar un mundo maltrecho del cual esos jóvenes no quieren saber nada.

Duele ver chicos que se esfuerzan porque pasen los días, sin advertir que se consumen. Sin condoler sus presencias, siempre esperando que el día a día los arrastre sin consideración y todo porque no quieren saber nada de la vida; que no sea un buen disco de reegueton, una buena película de acción, un excelente trasnocho, unas nutritivas pepas de éxtasis, una edificante joven cuyo cuerpo es prestado y unos padres para desobedecer y poderles gritar:¡ No me entienden!.

Pero la vida es para gozarla sanamente. Para aprender a reírnos de nosotros mismos.

¿Recuerdan el caso de aquella mujer que creía que era su gallo el que al cantar hacía que el sol saliera?. Había llegado a esta conclusión por observación. En su delirio advirtió que cada mañana, en cuanto su gallo se ponía cantar, el sol, aparecía en el horizonte. Así que cuando el animal murió, se apresuró a reemplazarlo, no fuera a ser que a la mañana siguiente no saliera el sol.
Un buen día tuvo una pelea con sus vecinos y decidió trasladarse a vivir con una familiar. Como ésta vivía en un pueblo lejano, no pudo llevarse muchas pertenencias, eso sí, se llevó el gallo. Y cuando muy temprano, al día siguiente, en su nueva residencia el gallo empezó a cantar y un momento después el sol apareció tras los montes, ella se reafirmó en lo que durante tanto tiempo había sabido, que ahora el sol salía donde ella estaba, mientras que su aldea seguramente seguía a obscuras. ¡Pero eran ellos los que se los habían buscado!. Pensaba la mujer.
Pasaban los días y se extrañó que sus antiguos vecinos no vinieran a suplicarle que regresara con su gallo. Claro, ella lo atribuyó a la estúpida arrogancia de aquellos ignorantes que seguramente preferían vivir en la obscuridad a pedirle perdón.

Aunque usted no lo crea, esa mujer estaba segura que su gallo era mágico. Esa era su verdad! Y “aydelay” de quien se atreviera a refutar su certeza.
A veces miramos a nuestro alrededor y vemos muchos dueños de esos gallos. Personajes que enfundados en su ignorancia prefieren asumir posiciones violentas, defiendo a sangre y fuego, que tienen de esos gallos que hacen aparecer el sol y para rematar el cuento, se consiguen saltimbanquis que aseguran, qué efectivamente el gallo es mágico.

Así es la vida. Siempre tendemos a rechazar lo que desconocemos, pero no nos atrevemos a cambiar. El mundo pasa por nuestros lados, pontificamos el cambio, pero no hemos aprendido lo básico. Lo básico de aprender es saber desaprender. Definitivamente ¡ lo que uno no conoce, no lo ve!

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