PRESENCIA CALDENSE

Estamos hechos del mismo tejido de nuestros sueños

Shakespeare

Alumno vigoroso

Alumno vigoroso
¿Reconoce usted a este joven entre los alumnos de once de la tarde?

miércoles, 21 de octubre de 2009

ALGO SOBRE EL BESO

Es una vieja retahíla de preguntas que se debate en la cabeza de los amantes (sobre todo, los que son algo reflexivos o han pasado por horcas caudinas): ¿cuántos estamos en este beso o en esta cama? ¿Quién o quiénes están haciendo el amor? ¿Yo soy yo y ella, por ejemplo, es ella? ¿El placer es compartido o es de cada uno para sí mismo?


He aquí la aproximación de Pamuk, en la novela que tratábamos ayer, a la oscura cuestión que se enrevesa en la mente del apasionado: "A medida que nos besábamos largamente saboreando los besos, los dos nos dábamos cuenta de que en aquello intervenían tanto nuestros recuerdos como las húmedas bocas y las lenguas que se envalentonaban mutuamente.

Así, al besarla, primero la besaba a ella, luego besaba a la Füsun que recordaba, luego abría los ojos por un instante, los cerraba y besaba a la Füsun que acaba de ver y a la de mis recuerdos, pero poco después a esos recuerdos se les añadían los de otras jóvenes que se le parecían y también las besaba a ellas y luego me encontraba más viril por estar besando a toda aquella multitud y en ese momento al besarla a ella la besaba como si fuera otra, y el placer, la confusión y tantas nuevas ideas ('Es una niña', decía una idea; 'Sí, una niña muy mujer', decía otra) que me provocaban su boca infantil, sus anchos labios y los movimientos en el interior de mi boca de su ansiosa y juguetona lengua, iban creciendo y mezclándose con todas las personas que yo era al besarla y todas las Füsun que revivían en mis recuerdos al besarme ella".

"Si dejamos de lado el instrumento de placer más evidente del varón, lo que más le interesaba a Füsun no era mi cuerpo ni 'el cuerpo masculino' en general. Su curiosidad y su excitación más auténticas iban dirigidas a sí misma, a su propio cuerpo y sus goces. Para extraer de su piel aterciopelada y de su interior los puntos del placer y todas sus posibilidades, eran necesarios mi cuerpo, mis brazos, mis dedos, mi boca. Según surgían de su cuerpo las posibilidades de ese nuevo gusto, algunas de las cuales requerían a veces mi guía puesto que las desconocía por completo, Füsun se quedaba atónita.".


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